Desde las últimas décadas del siglo pasado, la conservación y el cuidado del ambiente constituye una prioridad fundamental, que se ve reflejada en las políticas de la mayor parte de los países. Se han desarrollado tecnologías limpias, implementado políticas y promulgado una legislación orientada a promover el desarrollo sostenible de los recursos naturales (Álvarez-Lires et al., 2017).
Más aun, se han celebrado cumbres como la Conferencia de las Naciones Unidas, sobre el medio humano, Estocolmo, desarrollada en Estocolmo, 5 a 16 de junio de 1972, donde se concluyó que la educación debe contribuir a generar conciencia y coadyuvar a la toma de decisiones a favor del cuidado del ambiente; la Conferencia de Tbilisi en 1977, en la cual se precisó la función de la educación ambiental y su inmersión dentro de los estudios considerados formales, con el propósito de construir una estrategia que conlleve a lograr los objetivos establecidos en la Carta de Belgrado de 1975; y otros eventos de notable relevancia como el Congreso Internacional de Educación y Formación sobre Medio Ambiente en Moscú, 1987; la Cumbre de la Terra en Río de Janeiro, 1992; la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente y Sociedad: Educación y Sensibilización para la Sostenibilidad, Tesalónica, 1997; la Conferencia de Río en Sudáfrica, 1997, la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible, Johannesburgo, 2002. (UNESCO, 1978; Villadiego-Lordy et al. 2017).
Posteriormente, los países latinoamericanos impulsados por la Carta de Belgrado desarrollaron un conjunto de estrategias a fin de lograr los objetivos referidos, los cuales involucraban: generar conciencia, impulsar conocimientos, promover actitudes y aptitudes en la población. (UNESCO, 1975; Calixto, 2012). A pesar de los esfuerzos realizados, las actividades humanas que generan el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero están destinados al uso energético: 24% para la generación de energía, 14% al sector industrial, 8% en el uso comercial y residencial, 14% para el transporte y el 10% restante en otros usos energéticos, con evidentes consecuencias en el calentamiento global del planeta (World Bank, IFC & MIGA. 2016; Choon et al., 2019;Yilmaz & 2020). La contaminación ha puesto en riesgo la salud de las personas y atenta contra la calidad de vida (Pulido, 2017). Cada día, se generan toneladas de residuos en todo el mundo, y son pocos los países que plantean propuestas objetivas de mejora y por ende contribuir a la concienciación de su población (Bermúdez et al., 2011; Leiva, 2020). Es más, la situación se ha agudizado en estos últimos años, con la pérdida de miles de hectáreas en la Amazonía debido a los incendios forestales, así como la deforestación para fines agrícolas y ganaderos, lo que viene causando un enorme impacto social con la consecuente desaparición de especies de animales y plantas (Dourojeanni, 2019).
En efecto, los problemas ambientales, no solo se ven influenciados por el accionar de las autoridades que trabajan en la protección del entorno, sino en el escaso conocimiento, el inadecuado comportamiento de los ciudadanos y las actitudes de indiferencia que agravan el problema (Rivera-Jacinto & Rodríguez-Ulloa, 2009; Espino-Román et al., 2015) de manera que la participación de la ciudadanía en la conservación del ambiente es imprescindible (Pulido & Olivera, 2018).
En este escenario, no queda duda que la educación ambiental juega un rol fundamental frente a las amenazas ambientales que atentan contra la supervivencia del hombre en el planeta. De allí la importancia de que en la educación superior se implementen estrategias activas que permitan evidenciar cambios de actitud y comportamientos en los individuos (Olaguez-Torres et al., 2019). La actitud, desde una concepción tridimensional, engloba tres aspectos fundamentales: las creencias, las emociones y las tendencias conductuales; las mismas que influyen en el comportamiento humano, además de formar parte de la intención, junto con las normas subjetivas y el control conductual percibido (Yupanqui, 2017); de modo que, en conjunto influencian en el proceder del sujeto (Albalá & Maldonado, 2018).
Por otra parte, la intención conductual es la probabilidad subjetiva de que una intención se convierta en acción (Barreto & Neme, 2014)En ese orden de ideas, es importante investigar la actitud hacia el ambiente tomando como un indicador la conducta ambientalista y, por otro lado, la intención comportamental por su valor predictivo (Amérigo et al., 2012; Amérigo et al., 2017), sin embargo, son pocos los estudios realizados a nivel universitario (Álvarez & Vega, 2009).
En congruencia con todo lo señalado, el presente estudio tuvo como objetivo conocer la conducta y las actitudes ambientales responsables en estudiantes de una universidad privada de Lima, Perú.
Materiales y métodos
El estudio es de tipo cuantitativo y nivel descriptivo correlacional, en el que se analizó la relación entre las variables estudiadas y su efecto (Hernández & Mendoza, 2018). Se evaluó una muestra de estudiantes universitarios de las Escuelas de Humanidades, Sociales, Ingenierías y Ciencias de la Salud que pertenecen a una universidad privada de Lima Metropolitana. La muestra asciendió a 287 estudiantes, 80 hombres (27.9%) y 207 mujeres (72.1%). El muestreo empleado fue no probabilístico intencional, para el que se establecieron criterios de inclusión y exclusión.Los instrumentos utilizados provienen de una escala sobre actitudes hacia el medio ambiente desarrollado por los autores de la investigación. Estos instrumentos son: Actitud ambiental responsable y Conductas proambientales.
Se realizó para ambas escalas un análisis previo para obtener evidencia de validez por medio del constructo. Para la Actitud ambiental responsable (AAR), se realizó un análisis de ítem-test con la finalidad de estudiar las correlaciones. De este resultado se procedió a eliminar dos ítems (8 y 11) que no mostraban significancia en su relación con la prueba. El proceso de AFE (KMO: 0.924; p<.05) determinó que el instrumento mantiene estabilidad en los datos y se segmentaron en 5 factores.
Por otro lado, el análisis de consistencia interna obtuvo un coeficiente de 0,88 alfa de Cronbach, lo cual favorece al uso del instrumento. Por otro lado, se realizó el mismo proceso para el instrumento de Conductas proambientales (CP). El AFE (KMO: 0.863; p<.05), se agrupó en 3 factores representativos. Además, la consistencia interna mediante el estadístico alfa de Cronbach resultó ser de 0,804. Ambos instrumentos mostraron fiabilidad, evidencia de validez por medio del constructo; y a través de su análisis factorial exploratorio.
Resultados
De acuerdo con los resultados obtenidos, se presentan dos tipos de análisis según el diseño propuesto. Primero se analiza descriptivamente las variables y luego la correlación entre variables y sus factores.En relación con la tabla 1, la actitud ambiental responsable presenta una media de 58.20, el cual se encuentra dentro de un nivel promedio, en tanto que los estudiantes poseen posturas tanto desfavorables como favorables respecto al medio ambiente.
Sobre la conducta proambiental, se obtuvo una media de 42.81, que corresponde a un rango medio, lo que determinó que el estudiante mantuvo un análisis previo sobre la situación actual y la problemática ambiental, lo cual juega un rol importante en el sentido de que impulsa, aunque de forma leve en acciones que pueden favorecer el cuidado y la conservación del ambiente. Esa percepción de los estudiantes universitarios no concuerda en su totalidad con la visión actual de los problemas actuales ambientales, la necesidad del desarrollo sostenible y ecológicamente sustentable y la adopción de una actitud ambiental responsable ocupan el centro de las preocupaciones de la sociedad contemporánea (Torres-Maya et al., 2019).
Además, se observa que el índice de K-S mantuvo un nivel de significancia por debajo de 0.05, lo cual permite rechazar el supuesto de normalidad de los puntajes; en ese sentido, se consideró conveniente utilizar una prueba no paramétrica como el Rho de Spearman, para obtener los índices de correlación.
Las relaciones expuestas en la tabla 2, demuestran que en las variables estudiadas AAR y CP, mantienen una relación estadísticamente significativa con un coeficiente de 0.563; lo que se caracteriza como una relación moderada con tendencia alta.
Luego se expone, el análisis correlacional del AAR con los factores de CP; donde se determinó que todos los factores se relacionan a nivel moderado con la actitud hacia el medio ambiente, y que todas las relaciones se muestran con un nivel de significancia por debajo del 0.01. Por un lado, estos resultados refutan lo propuesto por Vicente-Molina et al.(2013) quienes argumentan que la actitud no es un variable que sirva como un antecedente de importancia en la conducta proambiental.
Por otro lado, la motivación junto con la actitud puede ser determinantes para la intención conductual; la intensidad y la dirección de la motivación es un factor que beneficia la conducta (Vila-Tojo et al., 2019).
**p<.01; AAR: Actitud ambiental responsable; CP: Conducta proambiental; CP-D1: Acciones comunales; CP-D2: Conservación ambiental; CP-D3: Conductas de prevención proambiental
Respecto a la tabla 3, se muestra que la relación entre la CP y los factores de AAR, se relacionan con un nivel de significancia por debajo de 0.01; sin embargo, el factor de Importancia de la vegetación (AAR-D1) muestra correlación débil pero estadísticamente significativo, quedando demostrado el bajo nivel de importancia para relacionarse con la conducta ambiental responsable. Por otro lado, los demás factores se muestran con un nivel moderado de su coeficiente de relación.
Discusión
El estudio determinó que existe una relación estadísticamente significativa y moderada (rho=.563) entre las variables conducta y actitud ambiental responsable, por lo que los resultados obtenidos son similares a los encontrados por (Herrera-Mendoza et al.,2016; Campos et al. 2015; Cortés-Peña 2016; Palacios et al., 2015), sin embargo, algunas investigaciones demostraron resultados contrarios (Rivera-Jacinto & Rodríguez-Ulloa, 2009).
Desde esa perspectiva hay que señalar que la cultura tiene un rol importante en la formación de los elementos de la orientación de la conducta, así como de la actitud ambiental responsable con respecto al cuidado y la conservación del medio natural de acuerdo con la actividad que desarrollan los individuos en el entorno donde se desenvuelven (Torres, Suárez & Dueñas, 2016). El involucramiento del estudiante, en programas de educación con un fuerte contenido ecológico, tiene implicancias directas en la generación de conciencia ambiental, lo que le permite comprender y analizar, con mayor facilidad la situación actual de la conservación de los recursos naturales en el mundo.
Una de las propuestas expresada porGomera(2008) fue que en las universidades se deben impulsar propuestas para la ambientalización de la universidad: programas sociales, experiencias interuniversitarias, entre otros. Además, proponer situaciones reales y vivenciales para que el estudiante module su postura actitudinal hacia el cuidado del planeta. El hecho de mantener conductas de prevención y conservación del ambiente, genera en el estudiante una estrecha relación con la actitud, puesto que la misma forma parte de una predisposición, basado en creencias y afectos de un hecho; si bien los resultados han demostrado la relación entre la conservación, prevención e involucramiento de terceros a un objetivo común, del mismo modo, se evidencia que la intención, mantiene influencia sobre la conducta (Lucie, 2010).
Así mismo, la formación de la conciencia ecológica es fundamental para promover el establecimiento de una cultura de conservación ambiental y en el largo plazo, consolidar la visión del desarrollo sostenible, basado en valores que promuevan una conducta éticamente responsable. En ese sentido, el trabajo de Sevillano & Olivos(2019) demuestra que el efecto de las normas descriptivas a favor del medio ambiente puede generar conductas en beneficio de su cuidado y mantenimiento apropiado. Por ello, la aplicación de normas en el entorno educativo superior resulta positivo para un cambio conductual (Onokala, Banwo &Okeowo, 2018; Chakraborty et al., 2017); aún más, se destaca que la psicología ecológica resulta beneficiosa para el aprendizaje de nuevos modos de conductas a favor del ambiente.Con respecto, a los factores referidos al cuidado del medioambiente, la dificultad en el cuidado ambiental y la actuación de las personas como gestores del problema ambiental, se encontraron índices correlacionales moderados con la conducta proambiental.
Así mismo es preciso señalar que las actitudes de los estudiantes hacia el ambiente, parten de una visión constituida por elementos como el agua, el aire, las plantas, los animales y los árboles, que son esenciales para la vida del ser humano y por ello deben ser conservados; sin embargo, este cuidado trasciende la responsabilidad individual y valora la responsabilidad que se asume como sociedad(Calixto, 2012; Medina et al., 2017). Dicha actitud puede estar relacionada de tal manera que está intrínsecamente vinculada a formar parte de la estructura de la intención conductual (Olivera, 2020). Pero también, hay que tener en cuenta que la moral, la consciencia y la mentalidad, están constituidas por una serie de valores que influyen en el comportamiento proambiental (Janmaimool & Khajohnmanee, 2018); lo que provocaría una mayor atención sobre el cuidado de los animales, el mantenimiento de la vegetación y la limpieza del ornato público por parte de la ciudadanía.
En este contexto, la moral puede ser un factor de enorme trascendencia para que el estudiante adopte nuevos comportamientos, de tal modo que pueda asumir posiciones altruistas, de compromiso y de responsabilidad social; además de contar con el apoyo de programas experienciales de corto plazos (Wynveen, et al., 2012). Sin embargo, tampoco debe dejarse de lado, la percepción acerca de la falta de compromiso de parte de las instituciones y autoridades responsables en el ámbito de su competencia, más allá de la conducta de las personas y las malas prácticas ambientales, como el mal manejo de los residuos sólidos o el descuido de espacios con vegetación como parques y jardines(Ahumada-Tello et al., 2018).
Este aspecto cobra especial relevancia porque adjudicarles a otros la responsabilidad individual, influye de manera negativa en el compromiso que como individuos se tiene para con el cuidado del medio ambiente en la vida diaria. La conducta y la actitud ambiental responsable son entendidas dentro del contexto sociocultural en que se producen; esto hace posible identificar las oportunidades que ofrecen los programas sociales, experiencias interuniversitarias, la articulación de aspectos ambientales con los educativos; el cuestionamiento del mal uso de los recursos y las prácticas que dan origen a los problemas ambientales; así como la búsqueda de respuestas comprensivas y holísticas.
Aunado a ello, los resultados obtenidos proporcionan elementos orientadores para el análisis de las situaciones de conductas y actitudes ambientales responsables, de los tipos de conocimientos presentes, de los marcos de referencia y del modo de razonar de los estudiantes universitarios. En estas circunstancias, se puede inferir que tanto la conducta como la actitud ambiental responsable mantienen fuertes vínculos, que, si bien han sido estudiados, no obstante, son pocas las investigaciones en la población universitaria; por ende, los datos mostrados generan un nuevo aporte a la comunidad científica. Si bien existieron ciertas limitaciones que deben ser tomadas en cuenta, para investigaciones posteriores, hubiese sido preferibleque el porcentaje de evaluados de acuerdo con el sexo, sea en lo posiblecercano; de modo que se plantease un resultado comparativo significativo por la equidad muestral.
Además, aunque no existen instrumentos que midan la conducta y actitud ambiental responsable en el contexto peruano, los autores procedieron a elaborar el mismo para llevar a cabo la investigación, por lo que en el futuro este aspecto puede constituirse en una fortaleza por la confiabilidad y el uso frecuente que pueda darse a dicho instrumento. De manera que, este estudio marca un precedente para estudios de estos fenómenos.
Conclusión
El estudiante universitario es un actorfundamental en la estructura de la sociedad, de tal manera que la educación que forma un pensamiento, creencia, cultura e involucra las emociones y motivaciones para con el cuidado ambiental, puede generar actitudes responsables a favor de un desarrollo social más equitativo. Se ha demostrado que existe una importante relación entre las actitudes responsable y la conducta proambiental; de modo que, su vínculo se genera por esquemas, conceptos y realidades los cuales promueven la intención conductual.
Sin embargo, la intención como un fenómeno previo a la conducta debe ser estimulado por los factores involucrados en la actitud. Estos factores se desenvuelven en un complejo procesamiento cognitivo que generan voluntad de ayuda y responsabilidad con el medio ambiente. Es así como los elementos de la actitud responsable impulsan en gran medida la conducta proambiental. Por otro lado, los factores de la conducta proambiental muestran una relación significativa, lo que permite concluir que las conductas pueden verse influenciadas por la realidad y el pensamiento del estudiante a la hora de enfrentarse a la complejidad de un problema ambiental.Sobre esta base, se sugiere que estudios posteriores, desarrollen investigaciones explicativas para comprender el fenómeno conductual y psicológico del estudiante frente a problemas sociales como la contaminación ambiental.
Además, es necesario el estudio de modelos predictivos y experimentales que brinden estrategias aplicativas para generar actitud y conducta ambiental responsable en beneficio de la sociedad. Por último, se sugiere que las instituciones educativas consideren como primordial el estudio de los fenómenos ambientales desde las diversas áreas del conocimiento; y promover los aportes multidisciplinarios.
Fuente: https://apuntesuniversitarios.upeu.edu.pe/index.php/revapuntes/article/view/559/652